martes, noviembre 25, 2008

Quemando el teclado

Sigue escribiendo.
Cuéntame cosas.
Déjame que te lea en tus ideas, que te vea en lo que escribes.
Pero hazlo con cuidado, de no herirte, de no herir.
Empuña tu lápiz como una borla de algodón, que acaricie, que suavice, y no como un cuchillo lacerante con el que quieras extirpar algo sin tener claro siquiera si es bueno o malo.
Cuéntame pamplinas, si hace falta.
Vuélcate entre palabras, rebozada en letras, que oiga tu voz como un arrullo al leerte.
Empápate en frases largas, hilvanadas con tu lógica de encadenados increibles, y luego sacúdete de ellas, como un perrillo empapado que vuelva a casa tras un dia de lluvia, y salpícame.

Deja que tus dedos se enreden en el teclado, del tirón, si releer apenas lo que vomitan tus manos. Igual que si fueran caricias, deja que tus manos sean como mariposas, sobre las letras, sobre tu cabecita loca. De un lugar a otro, llevando la esencia.

Yo lo leeré con tu voz, como si me lo contases aquí, cerquita. Y lo pensaré con tu olor. Y me servirá de almohada. Y soñaré con hadas.

Pero no dejes de escribir.